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domingo, 5 de julio de 2009

PECIOS EN CANARIAS: Leyendas y misterios..


Sin duda, y tal como escribe el autor de este escrito, poder nadar por los rincones de un pecio, es una de las inmersiones más fascinantes para cualquier submarinista..pero, para mi... la mejor.... bucear entre delfines...pero eso os lo contaré en otro momento.

Entre las múltiples emociones que reserva cualquier inmersión, sin lugar a dudas una de las mayores es la visita a un pecio, como se denomina en el mar a todos los barcos que yacen en los fondos.Los pecios esconden la leyenda, el mito, la sensación de una maniobra inevitable, el terror en muchas ocasiones de todo un pasaje, el crac en pocos segundos de años de trabajo en un varadero.

La visita a un pecio supone asimismo el misterio, y pasar la mano por cualquier lado de un barco hundido produce una sensación escalofriante de cómo sería el final de sus ocupantes, el año en que se produjo el suceso y otra serie de incógnitas inenarrables.Si bajo el mar, tener un techo sobre la cabeza supone el miedo a no saber qué va a pasar, la visita a un barco hundido es, en muchos de los casos, lo imprevisible. El crujir de las maderas bajo el mar, la puerta que suena, son ruidos que se antojan estremecedores y que confunden a los buceadores, cuando no los desesperan los monótonos tintineos, que continúan aún cuando se está fuera del agua.

Las islas, por la abundancia de tráfico marítimo que han soportado desde su existencia, han logrado ser un auténtico cementerio submarino en lo que a barcos se refiere, desde hundimientos voluntarios a bajas matagigantes, como es el caso de la Baja de Gando, donde cayeron varios trasatlánticos del pasado siglo entre los que cabe destacar al vapor francés Ville de Pará, el Alfonso XII, con su leyenda sobre las diez cajas de oro que transportaba de las que sólo se salvaron nueve o, ya en el siglo XX, el hundimiento del Monte Isabela a más de sesenta metros de profundidad casi inaccesible para la mayoría de los buceadores.

El Archipiélago no se ha sustraído a contar con pecios que son verdaderas reliquias, desde galeones del siglo XVI, guardados con absoluto secreto por los buceadores que han tenido la suerte de encontrarlos y visitarlos, hasta submarinos de la Segunda Guerra Mundial, pasando por simples pesqueros, cargueros o pequeños barcos que tuvieron la mala suerte de morir en estas agua pero que, ante la inexistencia de un nombre que los identifique, se forjan su propia leyenda.

El rastro de un pecio, maderas, palos rotos, anclas de cientos de kilos enterradas en la arena u objetos personales del pasaje en cada momento, hacen que cada una de estas inversiones sean una sorpresa y un misterio. La abundancia de especies animales y vegetales que viven al amparo de los restos de un barco constituyen además un lugar atractivo para la inmersión.

Pasaron años antes de que varias expediciones de buceadores habiendo buscado sin fortuna, concluyeran finalmente en encontrar el pecio del popular Valbanera, un barco que durante años se simbolizó en las islas por llevar a cientos de hijos de esta tierra a las costas de Cuba, donde esperaban encontrar una mejor manera de ganarse la vida. El Valbanera encalló en la Baja de la Media Luna en septiembre de 1919, y de sus casi 500 pasajeros, salvo de uno, nunca se supo nada. El barco había hecho escala en La Habana y se dirigía a Santiago cuando lo sorprendió una tormenta, y a partir de ahí el misterio envuelve el resto de la historia.

El barco, que yace a doce metros de profundidad en su parte más alta, según ha relatado Fernando García Echegoyen, uno de los responsables de la última expedición española, es conocido como el Pecio de las Putas, ya que la voz popular entendió que al barco no se le permitió la entrada en La Habana porque iba cargado de mujeres que buscarían en la prostitución su base de vida en la isla. Un lamentable epitafio para las casi 500 personas que perdieron la vida en su interior.

En Canarias pasa del centenar los barcos hundidos frente a las costas, siendo destacable la desaparición del vapor italiano Sudamérica, de más de 1.200 toneladas, en el mismo muelle, cuando fue embestido por el barco Le France, de 4.600 toneladas, que venía con más de 1.300 pasajeros, hundiéndose rápidamente y pereciendo más de cincuenta personas. Este suceso, el más grave de la historia del Puerto de La Luz y de Las Palmas, significó el cuestionamiento de la seguridad del Puerto. Los restos que pudieron quedar del barco permanecen para siempre al Océano, al quedar sepultados por el actual muelle de La Luz.

Escrito por José Barrera Artiles.


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